No es amor si sufres

El amor es una de las drogas más extenuantes que pueden existir. Al estar enamorados liberamos serotonina, dopamina y oxitocina. A causa de ellas nos sentimos llenos de emoción, excitados, repletos de energía y con mayores dosis de positivismo. 

Sin embargo, cabe decir que nuestra dignidad nunca debe pasar por delante de esas emociones y mucho menos nunca es “a pesar” del amor. Por más que estamos enamorados de una persona, nunca debemos estar dispuestos a rogar ni reclamar. Nunca nadie nos puede hacer sentir que nosotras o nuestra manera de ver la vida, no valemos, que somos insignificantes ni poco importantes.

 En ocasiones rogamos a la pareja por la ansiedad que nos produce separarnos de esa persona tan especial o porque nuestro cuerpo está pidiendo a gritos esos químicos/emociones que nos produce la relación. Necesitamos de ella o de él para producir la adrenalina y sentir el bienestar o el ”subidón” que nos provoca esa relación, pero en realidad eso no es amor sano, sino dependencia emocional. Las personas que sufren de dependencia emocional (no-amor) sienten una necesidad insaciable de estar con la otra persona y son totalmente incapaces de cortar los vínculos que la unen al otro.

En un trabajo terapéutico para saber si es amor o dependencia emocional, investigaremos, a través de El Método, si los valores que tu esperas o destacas en las personas, – que muchas veces coinciden con tus propios valores vitales-, son acordes con los que tiene esa pareja que crees amar. Pongamos por ejemplo que en ese trabajo igual te das cuenta que los valores importantes en tu vida son la amistad o el apoyo. Ahora pregúntate: ¿ves realmente a tu pareja como un verdadero amigo?, ¿confías en él igual que lo haces con tu mejor amigo?, ¿te apoya tu pareja en todo lo que haces?, ¿te alienta tu pareja a hacer aquello que te hace ilusión o te propones?… Prueba ahora cuestionarte sobre otros valores que pueden ser interesantes para tí, por ejemplo la sinceridad, la paciencia, la humildad, la empatía, la franqueza, la honestidad o la dulzura, entre otros. 

El Método de Atención Basado en la Interdependencia y sus pilares me surgió como una metodología adecuada para la mejora de las relaciones interpersonales en los contextos residenciales de atención a la dependencia. Hoy en día se ha convertido para mí en una forma de mejora de las relaciones interpersonales en su conjunto y para ayudarte en las relaciones tóxicas en particular.

Dicho esto, ahora soy yo la que te pregunto:  ¿de verdad estás dispuesta a continuar con una persona que no tiene nada que ver con los valores que son importantes para ti? ¿De verdad estás dispuesta a ir destruyendo tu amor propio reclamando cosas ante quién no valora las mismas cosas en la vida que tú? Y por último, ¿de verdad estás dispuesta a continuar dañando tu autoestima humillándote ante quién no te quiere de la misma manera que tú le quieres?

Contesta con detalle a las preguntas anteriores: sí o no, y por qué. Y plantéate ahora si es amor o no-amor.

¿Te sientes mal en la relación con tu ex pareja?

Existe un viejo refrán que dice que el tiempo cura todas las heridas y eso es cierto hasta cierto punto: no es el tiempo sino el momento en que tu digas ¡basta!

La dependencia emocional que genera una relación tóxica se supera.Y las heridas que deja esa relación de dependencia en ti, también se superan. Hay dependencia emocional cuando la persona se siente incapaz de cortar la relación de pareja aunque ésta la está dañando. La dependencia emocional actúa bajo el mismo mecanismo que cualquier otra adicción. El adicto al alcohol nunca volverá a pisar un bar para no recaer en su adicción. Las dependientes emocionales también son adictas: a una persona tóxica, en este caso la pareja.

A diferencia de otras adicciones, la dependencia emocional se puede trascender: se deja de ser dependiente emocional cuando se aplica el Contacto Cero y poco a poco una se va recuperando a sí misma. La fortuna es que, a diferencia del alcohol o las drogas, la dependencia emocional se supera con posibilidad de tener después otras relaciones de pareja sanas (atención: con otras personas) y salir reforzada en autoestima si uno se pone manos a la obra.

Ahora bien, no todas las heridas quedan sanadas con el tiempo: pueden reabrirse con facilidad si no tienes activada una alerta roja. Y esto es más cierto que nunca en los casos en que tu ex-pareja tóxica debe seguir “formando parte de tu vida” porque tenéis hijos en común o otros puentes de conexión. Aún se rompe la relación, el verdugo sigue necesitando sus vitaminas, y esto es así aunque tenga una nueva relación o se olvide temporalmente de tí. Siempre vuelve a intentar dañar pues su ego necesita de eso, de atacar al otro para sobrevivir y en esa tesitura es fácil, si no estás en alerta roja, que tu ex tóxico intente, quiera e incluso pueda, volver a dañarte.

Con tan sólo una llamada preguntando por los hijos o un correo electrónico pidiéndote información médica sobre ellos, tu ex pareja tóxica puede destruir efectivamente en diez minutos, toda tu armonía y la confianza que tantas semanas o meses te ha costado a ti construir. Aunque hayan pasado años de vuestra separación, él se cree con el derecho de entrar en tu vida cuando quiere, intentar embaucarte con alguna información supuestamente inocente (“mira que he visto que la niña parece que necesita gafas” o “me da la impresión que al niño ya no le gusta el futbol”) y a través de su ingeniería perfecta, paranoica y perversa, cogerá cada una de tus palabras para manipularte, hacerte sentir mala madre y observar atentamente cómo vuelves a caer en desgracia. Al final, después de un ataque que puede durar unos días (no se cansa fácilmente  de enviar mensajes o mails pues necesita siempre tener la última palabra y cuestionar tu cordura), desaparece nuevamente sin más, pues ya tiene la vitamina que necesita y tú debes recoger de nuevo tus pedazos. Y hasta la próxima: porque siempre, siempre, siempre, hay próxima.

Las siguientes veces ya no serán posibles y las heridas entonces se curaran definitivamente, cuando digas ¡basta! y sigas este consejo: la próxima vez que te llame, te escriba o tenga un mensaje para tí, confía en tu instinto. Si tienes un mal presentimiento de que con una simple llamada o palabra de él vas a volver a salir herida, no intentes apartar lo mal que te huele el tema. Nunca subestimes el alcance de la traición de tu ex pareja tóxica: los malos presentimientos sobre las intenciones que tiene, siempre se confirman.

Este es el último paso para tu libertad: tener siempre activa, contra tu ex pareja tóxica, la alerta roja. Da igual que sea el padre de tus hijos, que haya rehecho su vida, que hayan pasado años y que se muestre como un “Papá 10”. Una vez le identificaste y le reconociste como persona tóxica y ya te has dado cuenta de que nunca vas a ganar nada interactuando con él. La única posibilidad de que tu viaje sea diferente y sanar las heridas de verdad, es huir de cualquier encuentro psicopático con esa persona que siempre será tóxica para ti.

El maltrato contra las mujeres

Este es un párrafo de mi novela Cuando todo cobra sentido. Lucía es compañera de trabajo de Manuela, la protagonista del libro.

Aprecio a Lucía, y por ello he decidido preguntarle cómo está, dispuesta a escucharla sin juzgar, haciéndola sentir que no está sola, que tiene una amiga con quien puede contar, creyéndola, aunque lo que me cuente me suene a ciencia ficción. Ella me miente. Ella ha evadido mis preguntas, estoy segura de que siente vergüenza y miedo. Si es una mujer maltratada, no existe solo miedo al maltratador, también a los demás, al qué dirán, a no saber cómo sobrevivir cuando acabe la relación. 

―Se sobrevive, Lucía ―le he dicho desde mi voz interior―. Y tanto que se sobrevive. ―Y Lucía me ha mirado atónita”.

El maltrato y la violencia contra la mujer provocan efectos como la inseguridad y el miedo, que persisten incluso cuando acaba el maltrato.

Y es que la historia de Lucía bien podría continuar así:

Y ahora ella ya no miente y me explica su calvario. Escupe lágrimas como puños. Esas lágrimas que no derramaba en casa, junto a su maltratador, por miedo a que sus sollozos por el primer golpe, desencadenaran más porrazos que le hicieran saltar esta vez los dientes y no sólo las lágrimas. Un lagrimeo constante que le surge porque aún siente el peligro cerca, aunque él ya no esté. El miedo lo lleva dentro, casi forma parte del ADN de Lucia. Pero ver la tranquilidad de su hijo y lo bien que ahora lleva sus estudios, le acaban de confirmar que salir huyendo del verdugo fue lo mejor que pudo hacer”.

En el terrible escenario de la violencia doméstica hay dos momentos críticos y de muy difícil predicción. Uno es el que estamos cansadas de ver en los medios de comunicación: el que elige el maltratador para acabar con su víctima. El otro, afortunadamente, es el que elige la víctima para decir “¡Basta ya!”.

Y es que Lucía se armó del valor necesario para huir, el día que me explicó que su marido la venía maltratando desde hacía tiempo, años. Entre sus gimoteos entendí porque esa mañana dijo “hasta aquí”: la mano que necesitaba para teclear los pedidos en su ordenador de la oficina, se había levantado aquella mañana “dormida”. Y decidió no aguantar más. Y es que Lucía dormía cada noche con el cucharón de la sopa agarrado con fuerza, muerta del miedo, por si él, su maltratador, la atacaba de nuevo. Esa mañana, cuando Lucía despertó y quiso abrir la mano, la tenía agarrotada”.

Lucía lleva unos meses siguiendo El Método, basado en el Modelo de Interdependencia, un programa de salida y recuperación de las relaciones tóxicas, basadas en el abuso, en el maltrato. Sus uñas ya no se clavan en las palmas de las manos para apretar el miedo, ni se le agarrotan los dedos. Pero puedo decir por experiencia propia que cuando tu autoestima sale por la ventana de atrás, profundamente herida por el tiempo que llevas soportando humillaciones, la autoculpa entra por la puerta. “Yo – explica Lucia-, quería salvar nuestro matrimonio; ayudar a mi marido; era mi compromiso hacerlo”.

El miedo dura, la culpa también; pero ambas acaban marchándose y se recupera a la Lucía fuerte, trabajadora, bonita y buena madre que él, su verdugo, día tras día, le negaba ser.

¿Conoces ya El Método y su origen, el Modelo de la Interdependencia?

¿No estarás amando demasiado?

Cuando estar enamorada de alguien es equivalente a sufrimiento, eso es que estás queriendo demasiado.  

En esta entrada de Blog vamos a citar algunas realidades que pueden ser un indicio de que estás amando en exceso. También vamos a examinar las razones por las que tantas mujeres, al pretender dar con alguien que nos ame, caemos en relaciones de pareja insanas y dónde falta precisamente aquello que andamos buscando: amor. 

Algunas situaciones que pueden ser una señal de que nuestro querer no es sano y estás amando demasiado, son por ejemplo:

  • Cuando hablas constantemente acerca de él, de sus dificultades, de sus problemas, de su forma de ser, de su forma de comportarse, de sus sentimientos… Tienes a “él” constantemente en la punta de la lengua.
  • Cuando discutes con él o con terceros sobre sus desaires, sus comentarios indebidos, sus malas contestaciones, su inaccesibilidad o sus comportamientos inadecuados.
  • Cuando muchas de sus conductas no te gustan y las soportas en silencio.
  • Cuando te conviertes en una supuesta terapeuta de sus problemas, de su mala suerte, de lo injusta que es la vida o otras personas con él.
  • Cuando crees que tienes que cambiar cosas de ti para que él esté contento y la relación funcione.
  • Cuando sientes que la relación te perjudica a  nivel emocional: te sientes triste, cansada, con ansiedad o te cuesta dormir o llevar a cabo tus quehaceres diarios. Todo ello como consecuencia de pasar mucho tiempo dándole vueltas a la cabeza sobre él o la relación.
  • Cuando quizá la relación de pareja está ya perjudicando tu salud o integridad física, no cabe duda de que estás amando demasiado. 

¿Por qué algunas mujeres nos atrapamos en relaciones de pareja poco saludables? 

Dependencia, o adicción, son palabras que nos asustan, pero son la clave para entender porqué, aunque estemos sufriendo en el amor, somos incapaces de ponerle punto y final. A veces nuestro deseo de amar es tan grande que se convierte en una adicción insana. No te culpes por ello: detrás de esa dependencia no hay un problema grave en ti, pero si una situación grave para ti. 

La adicción al amor o la dependencia emocional que se ha generado hacia tu relación de pareja, nace de dos aspectos y se alimenta de otras dos cosas.

Por un lado, nace de tu ilusión y creencia profunda en el amor (que suele entrar «en vena» durante nuestra infancia), así como del embrión del miedo a estar o quedarte sola (otra creencia muchas veces fraguada en la etapa infantil y que nos juega malas pasadas). Por otro lado, la adicción al amor, y la dependencia emocional, se nutren en primer lugar, de la persona con empatía, responsabilidad y entrega que eres.

La segunda fuente de gestación y nutrición son las características de tu pareja: un ser sin empatía ni responsabilidad ninguna. Él no ha de cambiar nada sino que es su entorno quien tiene que cambiar.

Desde tu forma de ser harás todos los intentos porque tu relación funcione, creyéndote además que la fuente primaria de todos los conflictos en la pareja eres tú.

Y con esto no quiero decir que tu no seas una mujer inteligente como para no darte cuenta de que esto no es así. Es todo lo contrario: tu inteligencia y tu implicación en las cosas es lo que necesita tu pareja, que necesita comer de ti para ser alguien.

Él utilizará todas sus estratagemas y manipulaciones para hacerte sentir que eres tú la culpable de todo lo que ocurre en la relación; tu híper-responsabilidad, entrega y empatía juegan poco a tu favor en este camino juntos.

Si eres una mujer que estás amando demasiado puede ser que estés atrapada en una relación tóxica y de dependencia emocional.

Y llegados a este punto,  me parece justo prevenirte de dos cosas.

La primera: el camino para salir de una relación tóxica o de dependencia emocional va a necesitar de una gran dosis de tu energía y compromiso, y puede que te duela. Invierte la energía en ti y no en más intentos con él, pues ya estas viendo que no funcionan demasiado.

La segunda: el único camino posible es ese, el de la salida, pues cualquier otra opción, al lado de él,  va acabar por destruirte.

¿Hablamos?

Víctimas, Verdugos, Vitaminas del Maltrato

La relación de pareja tóxica tiene tres elementos que la hacen funcionar: una Víctima, un Verdugo y muchas dosis de Vitaminas.

La Víctima es el miembro de la relación que está atrapada en hacer todo lo posible porque la pareja funcione, sin darse cuenta de que nada de lo que haga va a ser suficiente y que ella se está deteriorando gravemente en el camino. 

El Verdugo es el otro de los componentes de la relación de pareja. El innombrable. El despediado. Un egocéntrico de personalidad psicopática y un ser totalmente despreciable. Un abusador, un maltratador en toda regla. Un psicópata de manual: narcisista, obsesivo e incapaz de sentir empatía hacia los demás.

Por último están las Vitaminas.

En una relación tóxica podemos encontrar dos tipos de alimentos vitamínicos

El primer tipo lo conforman las Vitaminas Positivas y las obtiene el Verdugo de su Víctima. Este grupo vitamínico está formado por  las alabanzas de ella, los halagos y la atención que le profiere, la admiración por el «buen padre, trabajador, pareja, amante…«, que bajo engaño, le muestra ser él y que vuelven totalmente ciega a la víctima. Son vitaminas poderosas para el Verdugo, un ser narcisista, egocéntrico e inseguro que viste un traje de hombre perfecto que no es y que se enmascara con discursos vacíos, mentiras y manipulaciones. 

Por estas características de poca substancia interior que le definen, el Verdugo necesita de acciones de su pareja acordes con lo que él piensa y quiere, así como confirmaciones constantes de que su criterio es el válido. Él es «el más y mejor». El que más sabe y el que mejor le aconseja, el que más la cuida y la quiere, y por todo esto ella debe hacerle caso y casi desplegar una alfombra roja a su paso y no ser desagradecida. El alma del Verdugo se alimenta de las complacencias de ella y mientras que la pobre Víctima vaya administrando las Vitaminas Positivas que van ensalzando la figura del Verdugo, la cosa va bien en la pareja.

El buenismo inicial, sobre todo propio de la etapa de enamoramiento y cortejo, no significa que llegue un momento que él necesite de más alimento y acabe por devaluar esa fuente de nutrición actual de su víctima y ella ya no le sirva. En lugar de abandonarla (sería lo mejor para la Víctima) y buscar otra fuente de provisión, él apretará la llave del suministro vitamínico, con demandas cada vez más denigrantes e inalcanzables para ella. Nunca al Verdugo le será suficiente y su pareja cada vez será torpe, ingrata o poco fiable a los ojos de él.

El segundo tipo de Vitaminas, las Negativas, aun es más dañino que el primero.  El Verdugo se alimenta de estos nutrientes creados a partir de las reacciones emocionales de su Víctima. Y cuando peor la vea a ella anímicamente, mejor alimentado se siente él. Por ello el Verdugo hará todo lo posible por enfadarla, generarle malestar, frustración, impotencia y tristeza. Con este fin no dudará en ningunear a su presa, gritarle airadamente, insultarla, cerrar la puerta de un golpe, colgarle las llamadas, desconectar el teléfono, tacharla de mala madre, de despreocupada, de desastrosa e incluso de loca y desequilibrada. 

El nutriente de la Vitamina Negativa es aún más potente para el Verdugo que el de la Vitamina Positiva. Y en consecuencia, más dañino para la Víctima. El hecho de provocar en la Víctima su enfado y tristeza, su devaluación, su malestar emocional, proporciona al Verdugo una prueba de su superioridad, del mayor poder que ejerce sobre ella y le administra en consecuencia más alimento a su ego narcisista y perverso. 

No es descartable que el Verdugo encuentre otras Víctimas (cuando la actual no le sirva), en su afán de exaltación constante y se nutra así de otros vientres. Nuevas Víctimas que se crean el mensaje a su vez victimista y de «pobrecito de él«, que ha sido abandonado por la mala de su ex-pareja y la peor madre que es, pues supuestamente le arrebata poder ser el «buen padre» que en su imaginario dice ser. 

El Verdugo, aún teniendo nueva pareja, siempre tiene un foco de control, juicio y crítica sobre la Víctima. La peor noticia es que él nunca abandona del todo a ninguna de sus víctimas anteriores o coetáneas, pues nada le importa más que su ego e imagen exterior y por tanto alterar sus planes o dejar marchar al objeto que alguna vez le ha servido no forma parte de su ideario de poderoso. Él nunca está dispuesto a perder y, a poco que saque de ella, ya le sirve para alimentar el monstruo y seguir sintiéndose superior. 

Si es ella la que abandona la relación, el Verdugo nunca se lo va a perdonar y sus ataques van a ser cada vez más airados, despiadados y dañinos. Él utilizará sus armas de encantador, arrepentido o estrategias de sutileza para que la víctima recupere la confianza que le van a facilitar al Verdugo el acceso a dañarla, una y otra vez.

 Ante tal ser innombrable y carente de empatía, ni aun teniendo hijos en común, sólo hay una opción: «pies para que os quiero» y contacto cero, pues él aprovechará cualquier excusa o situación para hacerla daňo y perjudicarla. Incluso utilizará a los hijos en común para llevar a cabo sus crueles planes. 

Tenlo claro: él no te quiere si te daña. El narcisista, en la relación de pareja, no está interesado en amar o cuidar de tí. Si finge hacerlo es sólo con un fin: tomar de ti todas las Vitaminas Positivas y Negativas que pueda y que alimentan su ego y baja autoestima, lo poco hombre que es.

Las Vitaminas son indispensables para la triste existencia del Verdugo y ni siquiera se las puede auto proporcionar. Las tomará de ti, una mujer llena de vida e ilusión, poderosa, inteligente y mucho más espabilada que el pobre diablo que es él. 

La única forma que tienes de huir de ello y dejar de ser víctima de una relación tóxica y dañina para tu autoestima es abandonar la nutrición vitamínica del verdugo con el contacto cero. 

Si tu relación es tóxica, mira hacia tu interior

Manuela, la protagonista de mi novela “Cuando todo cobra sentido”, dice en uno de los capítulos:

Hay que asomarse de vez en cuando al interior de cada uno. A diario vamos navegando entre autobuses, trabajo, libros, correos electrónicos, peleas, malestares, banquetes y contactos varios. En un mundo ruidoso de puro quehacer, está bien encontrar la calma de vez en cuando”.

Cuando estamos inmersas en una relación tóxica, miramos poco hacia nuestro interior. Solemos estar más hacia el exterior, en un bucle de acción: a mayor dolor en el amor, más cantidad de cosas intentamos hacer para que el sufrimiento se marche y nuestra relación de pareja funcione.

Ese hacer y más hacer también forma parte de la tela de araña del compañero que nos atrapa en sus redes supuestamente amorosas: sus mensajes de “no lo estás haciendo bien”, “estás equivocada”, “no me prestas atención” son cada vez más frecuentes. 

Estas directrices que el otro nos da, nos conducen a intentar continuamente llevar a cabo acciones para contentarle a él y tú acabas por asumir que tú torpeza es la causa de que vuestra relación no funcione. 

Yo tuve una pareja que con frecuencia me decía “más hechos y menos palabras”: él consideraba que yo decía y no hacía ¡cuándo yo no sabía ni por dónde tirar con tanta presión que ejercía sobre mí! Me pasaba los días justificando mis acciones ante él y nada le parecía correcto o suficiente. Mi seguridad en mí misma, mi autoestima, estaba cada vez más dañada.

Cuando estamos inmersas en ese bucle de acción, hay que parar y mirar al interior. En el hacer continuo para que la relación funcione, estamos entrando en una dimensión sobre la que ya no tenemos ningún control: los pensamientos propios están en total desacuerdo con la realidad.

En mi caso por ejemplo, cuanto más frecuentemente él me decía “más hechos y menos palabras”, mayor era mi descontrol y mi mente estaba menos clara. Siempre he sido una mujer comprometida y responsable en las cosas que tengo o deseo hacer: no tiendo a procrastinar.

En cambio en mi relación de pareja, la persona a la cual amaba, me decía constantemente que lo mío era “charlatanería” ¡cuando la realidad era me estaba dejando la piel para que fuéramos una pareja feliz! Necesité parar, buscar ayuda (bendito mi amigo Jordi y su rol de terapeuta), mirar hacia el interior y poco a poco tomar conciencia de la historia en la que estaba inmersa: una relación tóxica y de dependencia emocional.

¿Tienes roto el corazón por amor?

“A veces me siento como debajo de un suelo de cristal grueso, chillando y golpeando en él para atraer la atención del resto del mundo, que sigue su vida por encima de mi cabeza y ni siquiera oyen mis golpes. Me siento muy sola, como si algo me hubiera roto el corazón y la mente. Mi creencia es que ya no importo. Por mucho que haga, tampoco nada va a importar. Es como nadar en alquitrán y sentir que su viscosidad te hunde. O nadar a contracorriente, o morir cuando aún estás flotando en vida…

Este es uno de los diálogos internos de Manuela, la protagonista de “Cuando todo cobra sentido, mi primera novela que verá la luz muy pronto. Los motivos de Manuela para sentirse así son varios (no te los voy a avanzar) . Ahora bien, cualquier mujer que esté inmersa en una relación de pareja que la hace sufrir por amor, puede sentirse como se siente Manuela. Las relaciones tóxicas afectan la salud y la autoestima de los miembros de la relación, provocan infelicidad e insatisfacción, y a pesar del sufrimiento que ocasionan es difícil salir de ellas. 

No sabes qué hacer ya con tu relación de pareja. Te sientes mal, triste y también culpable: ¿cómo vas a reprochar una vez más que lo vuestro no funciona si ya no sabes si eres tú la que estás fallando? ¿Cómo vas a echarle en cara que te ha roto el corazón si tu misma se lo entregaste como quién entrega un ramo de rosas blancas? En ocasiones sientes que le has dado un cheque en blanco o una nota que pone “rómpeme, rómpeme el corazón con ganas”; y otras veces crees que eres tú la que no está haciendo lo suficiente para que la relación funcione y ¿qué va a ser de ti sin él? 

Qué más da dónde esté la causa: él igual te mal quiere, o tú igual te mal amas. Lo importante es salir del bucle.

Manuela y la relación de pareja tóxica

La protagonista de mi novela “Cuando todo cobra sentido” ha estado inmersa durante muchos años en una relación de pareja complicada y cargada de dolor que le ha reportado importantes secuelas personales. Entre otras cosas, Manuela ha desarrollado una gran desmotivación por su labor profesional en particular y por la vida en general. 

Desafortunadamente, de malos amores y relaciones tóxicas hay de muchos tipos. Lo vas a poder ver reflejado en Manuela y también en otros personajes de mi novela, que son un ejemplo de algunas de las formas que puede tener el amor dañino. ¡No voy a hacerte spoiler!

Cuando estamos inmersas en una relación tóxica, y no solo dentro de la pareja sino también en otros tipos de relaciones que pueden darse en el ámbito familiar, de amistades o profesional, el precio a pagar puede ser muy elevado. Las consecuencias del bucle de toxicidad pueden manifestarse a nivel personal en forma de dificultades con la autoestima, malestares físicos, trastornos de alimentación, depresión y ansiedad, trastornos del sueño, entre otras. Y lo que aún es peor: es posible que, aún librándonos de esa relación dañina del momento, los patrones aprendidos den pie a nuevas relaciones tóxicas en el futuro.

Si estas sufriendo en una relación de pareja que te hace sufrir, el Modelo de la Interdependencia te va a ser de gran ayuda, ya que te va a proporcionar herramientas que te ayudarán a entender qué está ocurriendo, te va a acompañar en el camino para abandonar esta etapa de dolor y te va a ayudar a recuperar a la gran mujer que eres.

Como a Manuela, y como a otros personajes de la novela, con el Modelo te espera un cambio de 360 grados.

¿Te apuntas a descubrir más sobre el Modelo?

Te espero.