¡Acuérdate del rosco!

Ya hace un tiempo que tengo en marcha mi servicio de asesoría y acompañamiento en Psicología Experta. Es un servicio no clínico y mucho más vinculado al crecimiento personal. De todo este tiempo de trabajo con clientas, puedo ponerte sobre la mesa dos realidades que van juntas de la mano.

  • LA PRIMERA. La mayoría de personas que contactan con Psicología Experta lo hacen con el fin de encontrar soluciones a problemas relacionales (pareja, amistades, laborales) y dificultades personales (baja autoestima, infelicidad, desmotivación…).
  • LA SEGUNDA. La mayoría de argumentos que dan las personas que consultan a Psicología Experta sobre las dificultades anteriores, están en la linea de: «mi pareja no me entiende«, «tengo miedo de no integrarme en un grupo de amigos«, «si hago esto, seguro que él me va a rechazar«, «estoy segura de que los compañeros de trabajo piensan que soy incompetente«, «es que mi ex pareja es una mala persona y me hace la vida imposible«, «mis hijos me rechazan«, «estoy desmotivada porque en mi casa, mis padres, no me ponen las cosas fáciles«, «me siento triste porque él me trata mal«, «mi trabajo no tiene sentido porque mis jefes no me dan tareas a mi altura», «el despacho es un caos, no tienen organización y no puedo hacer bien mi trabajo«, «mis a amigas no me entienden«… ¿Te resuenan estas frases?

Ante estas dos realidades, existen dos respuestas. Para la PRIMERA: todo tiene solución, si ajustamos expectativas y estamos dispuestas a salir de la zona de confort. Para la SEGUNDA: «está muy mal lo que te hacen, sienten o piensan los demás de ti, pero tenemos que volver a ti, a lo que tú piensas, sientes y haces contigo misma«. Y eso es el rosco. Y cuando las clientas entienden y atienden al rosco, la vida cambia (para mejor, claro está).

La mayoría de personas pasamos más tiempo en la zona de preocupación que en la zona de influencia.

La zona de preocupación es como una nebulosa donde nos dedicamos a alimentar las peores posibilidades, echamos leña al fuego y cargamos con argumentos ese catastrofismo y nuestro miedo. Esos argumentos son sobre lo que nos hacen (o no hacen) los demás , qué piensan sobre nosotras, cómo nos hacen sentir… La responsabilidad de lo que imaginamos que ocurre (o puede ocurrir) en esa zona de preocupación suele estar en los otros. Pensar que eliminar nuestra zona de precupación, nuestras dificultades, nuestros miedos, nuestra felicidad…, está en manos de lo que hagan, piensan o sientan los demás, es una batalla totalmente perdida. Por eso yo aconsejo a mis clientas que salgan cuanto antes tanto de la zona de preocupación (pasen de preocuparse a ocuparse), que dejen a un lado lo que los demás piensen-sientan-crean sobre ellas y entren de pleno a la zona de influencia. En esta última tenemos poder para actuar, es todo aquello que está a nuestro alcance para cambiar las situaciones que no nos gustan. En esta zona somos proactivas. Depende al 100% de nosotras: es el «agujero del donut«.

Imagínate un rosco, un «donut«. La zona blandita, el «bollito del donut«, sería todo aquello que no depende de nosotras. Incluiría: las acciones de las demás personas, las palabras de las demás personas, los sentimientos de las otras personas, las consecuencias de las acciones de otras personas, las creencias de esas otras personas, los errores de las demás personas, las ideas de los otros… O sea, todo lo que pertenece al terreno del otro y que no vas a poder controlar nunca (acuérdate de mis palabras: nunca). Por el contrario, el agujero del «donut» incluiría todo aquello que te pertenece a ti y por tanto son cosas que sí que van a estar bajo tu total control. Ahí incluimos: tus palabras, tus acciones, tus errores, tu conducta, tu esfuerzo, tus ideas, tus creencias, tus consecuencias… Vistas todas ellas de la forma más realista posible (de ahí el ajuste de expectativas) y con la intención de salir de tu zona de confort.

Sobre el ajuste de expectativas le decía precisamente hace unos días a un cliente que me explicaba que dejó a su anterior psicólogo que él podía hacer cualquier cosa y eso no era verdad. Le pregunté: ¿Qué es exactamente lo que tú creías que no podías hacer y tu psicólogo creía que si? «Escalar una montaña», me contestó. Este cliente estuvo los diez minutos previos explicándome que se sentía inferior a su nueva pareja porque él no tenía ese «fondo de montaña» pues nunca le había gustado el ámbito rural precisamente y aún menos la escalada, a pesar de tener un buen entrenamiento en el gimnasio y alimentarse de forma sana. Cuando le puse sobre la mesa porqué él creía que no podía escalar una montaña pero a la vez se torturaba con ser alguien inferior si no tenia tal aficion, y esto estaba incluso afectando en su seguridad personal en la relación de pareja, el cliente me contestó: «no creo que pueda escalar una montaña porque en realidad a mí edad ya no estoy dispuesto a este esfuerzo». Date cuenta: el cliente condicionaba su validez personal, se comparaba en negativo y sentia inferior a su pareja, incluso afectando a su seguridad en la nueva relación amorosa, a una cosa que él mismo había decidido: «no estoy dispuesto a hacer el esfuerzo a mi edad de ponerme a escalar montañas». Si esa es la decisión, totalmente válida si es la que el cliente escoge desde sus aficiones, madurez y empoderamiento personal, ¿va a seguir preocupándose por la escalada o va aceptar a partir de ahora que su relación de pareja puede fluir más allá de que escale o no?».

Acerca de salir de la zona de confort: nos reímos con una clienta hace unos meses acerca de como solemos quedarnos en la queja, achacar la responsabilidad de las cosas que nos ocurren a los demás y seguir dando vueltas a ello, muy a pesar de ser conscientes de que retroalimentar la queja y el dolor no aporta soluciones. Auto-atraparse en la retroalimentación constante de la zona de preocupación es quedarse en la mierda, pues «en la mierda conocida, al menos, se está calentito». Poner el foco en qué puedo hacer yo para solucionar esa situación, asumir la responsabilidad que me pertoca, es salir de la zona de confort que es «la mierda calentita».

¿Se entiende?

A medida que crece la zona de preocupación, disminuye la zona de influencia, y viceversa. Vamos a verlo:

  • Elige una de las preocupaciones actuales que están en tu zona de preocupación. Examina los argumentos que te das a ti misma para estar ahí. Estoy segura de que si has cogido una hoja en blanco, has escogido una preocupación, y te has descrito los argumentos que te dices a ti misma para que se tema en concreto sea una preocupación para ti, ya te digo que estoy segurísima de que el 90% de los argumentos son cosas, emociones, acciones, pensamientos, que pertenecen a algo que debe hacer/pensar/sentir la otra persona para que mi preocupación «desaparezca» o «sea diferente«. Pruébalo por favor. ¿Me equivoco?
  • A más te centres en alimentar todos esos argumentos que engordan tu preocupación, más grande y pesada es la misma y mayor es la sensación de estar atrapada en ella. La zona de preocupación por tanto aumenta, y nuestra zona de influencia (lo que yo puedo hacer, pensar o sentir para superar esa situación), es menor, pues estamos ofuscadas o en bucle. ¿Estoy en lo cierto?

Está claro: si la preocupación en cuestión, para solucionar el tema, todo (¡absolutamente todo!) depende del otro, siento decirte que no lo vas a poder solucionar (¡nunca!). Por tanto, solo te queda una salida: deja de preocuparte porque es una situación sin solución. Aléjate de ahí.

Ahora bien, piensa un momento: ¿Sobre qué, de todo esto que preocupa, yo puedo hacer algo? ¿Qué está dentro de mi control? Pues si hay cosas ahí, pasa a ocuparte de ellas, y deja de preocuparte. El trabajo en Psicología Experta siempre lo centramos en esto: delante de cualquier situación que ahora te preocupa, vamos a ayudarte a que pases de la preocupación a la ocupación. Y para ello, vamos a ver que está dentro de tu «agujero del rosco«. Es decir, sobre esa preocupación concreta, identifica qué depende de ti a nivel de pensamientos, acciones y emociones. Pues es ahí, en el «agujero«, donde tenemos margen de maniobra para solucionar aquello que te preocupa o te causa dolor.

Ya sé que este es un artículo largo, pero merece la pena que lo leas hasta el final para que entiendas bien que está en tu mano cambiar todo aquello que ahora te preocupa y te genera infelicidad o insatisfacción. Si no hay nada que tú puedas hacer sobre ello: huye de ahí, no te quedes atrapada en la preocupación, pues ésta solo te va a restar energía para ocuparte de otras cosas. Y si hay cosas que dependen de ti: ponte en marcha.

Voy a acabar poniéndote un ejemplo real trabajado en Psicología Experta.

  • La persona explica que en su trabajo hay muy mal clima laboral, que todo el mundo acusa a los compañeros, que en ese entorno no se siente cómoda, que las cargas de trabajo son excesivas y «todo es para ayer», que no puede hacer su trabajo, que no va a ser nunca la profesional que quiere ser porque sus superiores no la valoran, no duerme bien, cada día está más malhumorada, se pelea son sus hijos porque no entienden que ella va muy cansada, su pareja ya no sabe que decirle y ella cree que todo esto no se lo merece, que es injusto con lo que ella ha estudiado toda su vida… Esta persona, a quien llamaremos María, está en bucle con estos argumentos, totalmente atrapada en la zona de preocupación. Cuando además le pregunto por qué se mantiene en esa empresa si tan mal se siente, me dice que tiene una hipoteca que pagar y que no va a dejar el trabajo, que eso me lo quite de la cabeza.
  • Date cuenta de todo lo que es externo a María y que engorda su círculo de preocupación, pues no tiene ningún margen de maniobra ni posibilidad de influencia en ello: la actitud de sus compañeros, la falta de feedback positivo a sus tareas por parte de sus superiores, las acusaciones de los compañeros entre si, las cargas de trabajo, los argumentos de su pareja, la actitud de sus hijos… A más María espere el feedback de su jefe, que las tareas sean menores, que el clima laboral hostil se resuelva, o que su marido incremente sus argumentos…, mayor va a ser su frustración y mayor su zona de preocupación. ¡Sobre lo que hagan, piensen, sientan los demás, María no tiene ninguna influencia!
  • Ahora date cuenta de todo lo que está en el «agujero del rosco» de María: ¿cúal son sus pensamientos -¿son pesimistas, optimistas, catastrofistas -? ¿Está María pensando en posibles soluciones o sólo ve preocupaciones? ¿Está confiando en si misma? Por otro lado, ¿cómo se siente María? ¿Qué podría hacer ella para sentirse mejor? Y por último, ¿qué acciones puede poner en marcha María para salir de la zona de preocupación y ocuparse del problema? Sobre lo que no hay solución, ¿puede María aceptar y poner el foco en otros ámbitos personales que le aporten felicidad? ¿Qué pensamientos, emociones y acciones debe poner en marcha María para, si no puede solucionar la situación laboral al 100%, al menos sentirse mejor en su vida personal?

Conclusión: acuérdate del rosco. Cuanto más tiempo te quedes atrapada dentro del círculo de preocupación, más tiempo y energía vas a dedicar a darle vueltas a situaciones sobre las que sientes que no puedes hacer nada, porque dependen del otro. El resultado que vas a obtener va a ser una mayor frustración, más preocupación, más sensación de no tener las riendas de tu vida y de estar totalmente superada por la situación. Y al contrario: cuanto más tiempo pases dentro de tu círculo de influencia, estarás focalizando tu energía en las cosas sobre las que tienes margen de maniobra y puedes actuar, tendrás las claves para influir en la preocupación y avanzar en la solución. Te sentirás con un cierto poder ante los acontecimientos vitales. Serás más proactiva y resolutiva.

Empieza ya a cambiar tu preocupación por ocupación. ¿Hablamos?

Aprende sobre distinciones: ACEPTAR o RESIGNARSE

Las distinciones son una herramienta de trabajo muy potente en los procesos de psicoterapia y de coaching. Y es que el lenguaje nos permite, entre otras cosas, dar significado a las cosas. Los psicólogos, psicoterapeutas y coachs buscamos que la persona adquiera la habilidad de ver las cosas de una nueva manera,, y encontrar nuevas opciones y soluciones a las diferentes situaciones, y para ello es importante conocer las distinciones del lenguaje.

Una de las distinciones con las que a mi más gusta trabajar es la diferenciación entre ACEPTAR y RESIGNARSE. Por ejemplo, cuando trabajo con mujeres que han estado inmersas en relaciones tóxicas y basadas en el maltrato y abuso, muchas de ellas se preguntan porqué no supieron detectarlo a tiempo, y otras se resignan a que el resto de su vida, aunque el maltratador ya esté lejos de ellas, esté marcado por la situación de abuso que vivieron. La resignación te lleva a quedarte en un rol de víctima de una situación, a instalarte en la postura de no hacer nada y por tanto a ver pasar la vida con la carga que conlleva haber pasado por una situación desagradable como es el maltrato o la relación tóxica, la dependencia emocional, el abuso…. En cambio la aceptación nos lleva a superarnos, a ver los aprendizajes que, aún las circunstancias, hemos tenido de la situación, a cambiar y a ponernos en marcha para conseguir nuevos objetivos. En la aceptación entendemos que la realidad que nos ha tocado vivir es así y que partir de ahí, podemos poner todas nuestras fuerzas en construir y modificar aquello que queremos, poner nuestros aprendizajes a disposición de otras personas para ayudarlas en lo que nosotras vivimos en el pasado,…

Ante esto debo decirte que muchas de las personas a las que he acompañado para salir o superar relaciones tóxicas y de maltrato o abuso, acaban también participando de mis programas Te ayudo a escribir tu Ebook, y Hazte Embajadora, programas ambos que ayudan a que la persona ponga al servicio de otras personas la situación dolorosa que ella ha vivido en su propia piel. Quién mejor que alguien que ha pasado por una situación de maltrato va a poder ayudar a otras víctimas?

Como psicoterapeuta, una de mis misiones, es que el paciente, pase a la acción, que vea otras posibilidades, desde una amplitud mirada, y que explore fuera de su zona de confort.  Para ello las psicólogas debemos dominar las técnicas de conversación, utilizar preguntas y distinciones poderosas.

Otras distinciones interesantes en procesos de psicoterapia o coaching son:

  • Eres VÍCTIMA o RESPONSABLE de lo qué te ocurre, te ocupa y de tu vida?
  • Te OCUPAS, o te PREOCUPAS?
  • Lo que describes son HECHOS REALES (evidencias objetivas) o JUICIOS (personales)?
  • Ante una situación determinada, actúas con un claro COMPROMISO o te mueve la OBLIGACIÓN?
  • Te mueves en busca de la EXCELENCIA o te está pudiendo la EXIGENCIA?
  • Ves las cosas en concepto de ERROR o las vives realmente como un FRACASO?
  • Tu vida transcurre en modo SER o en modo HACER-TENER?
  • Entiendes que el DOLOR es inevitable pero el SUFRIMIENTO es opcional?
  • Aún a pesar de lo que tengas o te falta, vives en la ABUNDANCIA o vives en la ESCASEZ?
  • Entiendes que no es lo mismo NECESITAR que DESEAR?
  • No todo lo IMPORTANTE es URGENTE, ni todo lo URGENTE es IMPORTANTE.
  • El que exista un PROBLEMA puntualmente, no significa que exista un CONFLICTO.
  • Vives las situaciones en modo PROBLEMA, o las vives en modo RETO?
  • Ante una situación, tu acción es en modo RESPUESTA (implica control emocional o autocontrol) o REACCIÓN (implica actuar de forma impulsiva y automática).

Y ahora dime, ¿tú tienes claras estas distinciones? Piensa en las distinciones que te acabo de compartir, busca ejemplos de situaciones de tu vida donde no distinguir entre una y otra ha tenido consecuencias indeseables para ti o para terceros. Estoy segura que reflexionar sobre las distinciones te resultará muy útiles para comprender algunas de las cosas que te ocurren.

¿Hablamos?