Víctimas, Verdugos, Vitaminas del Maltrato

La relación de pareja tóxica tiene tres elementos que la hacen funcionar: una Víctima, un Verdugo y muchas dosis de Vitaminas.

La Víctima es el miembro de la relación que está atrapada en hacer todo lo posible porque la pareja funcione, sin darse cuenta de que nada de lo que haga va a ser suficiente y que ella se está deteriorando gravemente en el camino. 

El Verdugo es el otro de los componentes de la relación de pareja. El innombrable. El despediado. Un egocéntrico de personalidad psicopática y un ser totalmente despreciable. Un abusador, un maltratador en toda regla. Un psicópata de manual: narcisista, obsesivo e incapaz de sentir empatía hacia los demás.

Por último están las Vitaminas.

En una relación tóxica podemos encontrar dos tipos de alimentos vitamínicos

El primer tipo lo conforman las Vitaminas Positivas y las obtiene el Verdugo de su Víctima. Este grupo vitamínico está formado por  las alabanzas de ella, los halagos y la atención que le profiere, la admiración por el «buen padre, trabajador, pareja, amante…«, que bajo engaño, le muestra ser él y que vuelven totalmente ciega a la víctima. Son vitaminas poderosas para el Verdugo, un ser narcisista, egocéntrico e inseguro que viste un traje de hombre perfecto que no es y que se enmascara con discursos vacíos, mentiras y manipulaciones. 

Por estas características de poca substancia interior que le definen, el Verdugo necesita de acciones de su pareja acordes con lo que él piensa y quiere, así como confirmaciones constantes de que su criterio es el válido. Él es «el más y mejor». El que más sabe y el que mejor le aconseja, el que más la cuida y la quiere, y por todo esto ella debe hacerle caso y casi desplegar una alfombra roja a su paso y no ser desagradecida. El alma del Verdugo se alimenta de las complacencias de ella y mientras que la pobre Víctima vaya administrando las Vitaminas Positivas que van ensalzando la figura del Verdugo, la cosa va bien en la pareja.

El buenismo inicial, sobre todo propio de la etapa de enamoramiento y cortejo, no significa que llegue un momento que él necesite de más alimento y acabe por devaluar esa fuente de nutrición actual de su víctima y ella ya no le sirva. En lugar de abandonarla (sería lo mejor para la Víctima) y buscar otra fuente de provisión, él apretará la llave del suministro vitamínico, con demandas cada vez más denigrantes e inalcanzables para ella. Nunca al Verdugo le será suficiente y su pareja cada vez será torpe, ingrata o poco fiable a los ojos de él.

El segundo tipo de Vitaminas, las Negativas, aun es más dañino que el primero.  El Verdugo se alimenta de estos nutrientes creados a partir de las reacciones emocionales de su Víctima. Y cuando peor la vea a ella anímicamente, mejor alimentado se siente él. Por ello el Verdugo hará todo lo posible por enfadarla, generarle malestar, frustración, impotencia y tristeza. Con este fin no dudará en ningunear a su presa, gritarle airadamente, insultarla, cerrar la puerta de un golpe, colgarle las llamadas, desconectar el teléfono, tacharla de mala madre, de despreocupada, de desastrosa e incluso de loca y desequilibrada. 

El nutriente de la Vitamina Negativa es aún más potente para el Verdugo que el de la Vitamina Positiva. Y en consecuencia, más dañino para la Víctima. El hecho de provocar en la Víctima su enfado y tristeza, su devaluación, su malestar emocional, proporciona al Verdugo una prueba de su superioridad, del mayor poder que ejerce sobre ella y le administra en consecuencia más alimento a su ego narcisista y perverso. 

No es descartable que el Verdugo encuentre otras Víctimas (cuando la actual no le sirva), en su afán de exaltación constante y se nutra así de otros vientres. Nuevas Víctimas que se crean el mensaje a su vez victimista y de «pobrecito de él«, que ha sido abandonado por la mala de su ex-pareja y la peor madre que es, pues supuestamente le arrebata poder ser el «buen padre» que en su imaginario dice ser. 

El Verdugo, aún teniendo nueva pareja, siempre tiene un foco de control, juicio y crítica sobre la Víctima. La peor noticia es que él nunca abandona del todo a ninguna de sus víctimas anteriores o coetáneas, pues nada le importa más que su ego e imagen exterior y por tanto alterar sus planes o dejar marchar al objeto que alguna vez le ha servido no forma parte de su ideario de poderoso. Él nunca está dispuesto a perder y, a poco que saque de ella, ya le sirve para alimentar el monstruo y seguir sintiéndose superior. 

Si es ella la que abandona la relación, el Verdugo nunca se lo va a perdonar y sus ataques van a ser cada vez más airados, despiadados y dañinos. Él utilizará sus armas de encantador, arrepentido o estrategias de sutileza para que la víctima recupere la confianza que le van a facilitar al Verdugo el acceso a dañarla, una y otra vez.

 Ante tal ser innombrable y carente de empatía, ni aun teniendo hijos en común, sólo hay una opción: «pies para que os quiero» y contacto cero, pues él aprovechará cualquier excusa o situación para hacerla daňo y perjudicarla. Incluso utilizará a los hijos en común para llevar a cabo sus crueles planes. 

Tenlo claro: él no te quiere si te daña. El narcisista, en la relación de pareja, no está interesado en amar o cuidar de tí. Si finge hacerlo es sólo con un fin: tomar de ti todas las Vitaminas Positivas y Negativas que pueda y que alimentan su ego y baja autoestima, lo poco hombre que es.

Las Vitaminas son indispensables para la triste existencia del Verdugo y ni siquiera se las puede auto proporcionar. Las tomará de ti, una mujer llena de vida e ilusión, poderosa, inteligente y mucho más espabilada que el pobre diablo que es él. 

La única forma que tienes de huir de ello y dejar de ser víctima de una relación tóxica y dañina para tu autoestima es abandonar la nutrición vitamínica del verdugo con el contacto cero. 

Si tu relación es tóxica, mira hacia tu interior

Manuela, la protagonista de mi novela “Cuando todo cobra sentido”, dice en uno de los capítulos:

Hay que asomarse de vez en cuando al interior de cada uno. A diario vamos navegando entre autobuses, trabajo, libros, correos electrónicos, peleas, malestares, banquetes y contactos varios. En un mundo ruidoso de puro quehacer, está bien encontrar la calma de vez en cuando”.

Cuando estamos inmersas en una relación tóxica, miramos poco hacia nuestro interior. Solemos estar más hacia el exterior, en un bucle de acción: a mayor dolor en el amor, más cantidad de cosas intentamos hacer para que el sufrimiento se marche y nuestra relación de pareja funcione.

Ese hacer y más hacer también forma parte de la tela de araña del compañero que nos atrapa en sus redes supuestamente amorosas: sus mensajes de “no lo estás haciendo bien”, “estás equivocada”, “no me prestas atención” son cada vez más frecuentes. 

Estas directrices que el otro nos da, nos conducen a intentar continuamente llevar a cabo acciones para contentarle a él y tú acabas por asumir que tú torpeza es la causa de que vuestra relación no funcione. 

Yo tuve una pareja que con frecuencia me decía “más hechos y menos palabras”: él consideraba que yo decía y no hacía ¡cuándo yo no sabía ni por dónde tirar con tanta presión que ejercía sobre mí! Me pasaba los días justificando mis acciones ante él y nada le parecía correcto o suficiente. Mi seguridad en mí misma, mi autoestima, estaba cada vez más dañada.

Cuando estamos inmersas en ese bucle de acción, hay que parar y mirar al interior. En el hacer continuo para que la relación funcione, estamos entrando en una dimensión sobre la que ya no tenemos ningún control: los pensamientos propios están en total desacuerdo con la realidad.

En mi caso por ejemplo, cuanto más frecuentemente él me decía “más hechos y menos palabras”, mayor era mi descontrol y mi mente estaba menos clara. Siempre he sido una mujer comprometida y responsable en las cosas que tengo o deseo hacer: no tiendo a procrastinar.

En cambio en mi relación de pareja, la persona a la cual amaba, me decía constantemente que lo mío era “charlatanería” ¡cuando la realidad era me estaba dejando la piel para que fuéramos una pareja feliz! Necesité parar, buscar ayuda (bendito mi amigo Jordi y su rol de terapeuta), mirar hacia el interior y poco a poco tomar conciencia de la historia en la que estaba inmersa: una relación tóxica y de dependencia emocional.