Trabajar desde el poder personal: identificar, aceptar e integrar a tus monstruos

Los que me conocéis sabéis que no trabajo desde la psicología clínica (cuando es necesaria, derivo a un profesional con ese enfoque). Prefiero trabajar desde un paradigma propio más vinculado al crecimiento personal y que se nutre del enfoque humanista y la psicoterapia centrada en el cliente de Carl Rogers. Este enfoque dignifica y valora el esfuerzo de la persona por desarrollar sus potencialidades. La terapia del self y el modelo IFS (Sistemas de Familia Interna) también me es muy inspirador y utilizo técnicas gestálticas, del coaching, de la terapia de aceptación y compromiso, etc., para ofrecerte un enfoque que, una vez entendido y aprendido, vas a poder utilizar para cualquier dificultad y para cualquier reto que te plantees en tu vida.

La mente humana no es algo unitario sino una «familia de sub-personalidades«: contiene por ejemplo, a niños heridos, adolescentes rebeldes, adultos rígidos, padres hipercríticos, amigos que se preocupan por nosotros, familiares que nos apoyan, etc. Desde la terapia convencional puede ocurrir que se impulse al paciente a superar estas partes o personalidades suyas avergonzadas, impulsivas, críticas, destructivas… Mi propuesta de trabajo es integradora: vamos a identificar esos «monstruos» que ahora parece que te fastidian la vida, para aceptar que existen e integrarlos como parte de tus «personalidades», de manera que se vuelvan más funcionales.

Cuando tenemos problemas o dificultades en nuestra vida, la propuesta de trabajo de Psicología Experta no es verlos como si tuviéramos una enfermedad, una tara o una carencia. Mi propuesta de trabajo reconoce que todos tenemos los recursos en nosotros mismos para resolver nuestros problemas, aunque estos recursos puede que ahora estén bloqueados por culpa de reacciones inconscientes a episodios del pasado.

Una vez aprendas el método que te propongo, el modelo está diseñado para ser dirigido por uno mismo. Si entiendes el «rosco« y los «monstruos» que te explico en este artículo, vas a tener el poder de hacerte cargo de tus dificultades actuales, de tu propio crecimiento personal. Es tu verdadero Yo (el self), y no un terapeuta, quien es el agente de cambio, de «curación» y de plenitud personal.

Todos tenemos partes

En mi modelo sigo la propuesta de West y Walker (2018): nuestras emociones suben y bajan. Cuando podemos pensar con claridad y sentir nuestras emociones al mismo tiempo, estamos en la Ventana de Tolerancia (cada uno tiene la suya). Desde esta ventana somos seres sabios y reales, capaces de gobernar nuestra vida con plenitud. Si estamos hiper-excitados estamos por debajo de la Ventana de Tolerancia y estamos sobre-estimulados, desde donde es fácil perder el control y sobre-ocuparnos, caer en estrés. Si estamos en hipo-excitación estamos por debajo de la Ventana y nos cerramos emocionalmente, nos desbordamos, nos desmotivamos o no encontramos sentido a la vida ni soluciones a nuestros problemas.

¿Cómo sabes cuando estás por encima de tu Ventana? Cuando sientes la urgencia de actuar, o te sientes inseguro, en hiper-alerta, asustado, aterrorizado, furioso, abrumado… A nivel físico puedes tener dolores musculares, de cabeza, dificultades para dormir, pérdida de apetito y te quedas atascado (en bucle) en tus pensamientos.

¿Cómo sabes cuando estás por encima de tu Ventana? Cuando te sientes entumecido, cansado, bajo de ánimo, desconectado, desmotivado, avergonzado, desapegado, deprimido, incluso ansioso. Puede que duermas demasiado y comas o fumes de forma compulsiva para consolarte.

Dentro de la la Ventana de Tolerancia, en cambio, tus sentimientos son funcionales, puedes pensar claramente y sentir tus emociones a la vez. Estás en calma, conectado con la vida, en actitud de curiosidad, con pensamientos claros, conectado contigo mismo y con los demás, te sientes en confianza y en valentía para afrontar la vida.

Tus defensas automáticas

Cuando te sientes amenazado, tu cuerpo está programado para protegerte. Se activan lo que se llaman defensas autonómicas (propuesta de West y Walker (2018)) o como yo les llamo «monstruos automáticos«. La primera parte de la terapia para volver a retomar tu paz y «controlar» la situación que ahora está desajustada es aprender a reconocer estos «monstruos» cuando aparecen.

Los principales «monstruos automáticos» con los que me encuentro habitualmente en Psicología Experta son:

  • Monstruo Congelado. Está habitualmente aterrorizado, sufre ataques de pánico y/o ansiedad social, es incapaz de pensar o actuar, no tiene voz, es cauteloso, su corazón está agitado y vive como congelado.
  • Monstruo Apegado. Pide ayuda a gritos, se siente necesitado, en carencia, le invade la soledad. Siente un temor enorme de ser abandonado, pide a gritos «mírame» o «háblame«. Es un ser que se aferra, pide ayuda a gritos o vive en constante anhelo, esperando siempre «al otro lado del teléfono» o «a que la vida le traiga cosas mejores«.
  • Monstruo Peleón. Vive en estado de hiper-alerta, es explosivo, controlador, crítico, desconfiado, irritable, rígido y destructivo con otras personas (puede aplicar conductas de maltrato) o consigo mismo (autolesiones, conductas suicidas).
  • Monstruo Huidizo. Son personas que tienden a escapar o huir. Tienen tendencia a fantasear, se sienten ausentes, con la mente nublada, entumecidos y viven en modo «preocupación crónica«. Pueden desarrollar fácilmente adiciones y compulsiones, desordenes alimentarios… Se enganchan a la televisión, al móvil o a internet con facilidad.
  • Monstruo Sometido. Son personas que sienten vergüenza, tienen dificultades para poner límites o decir «no«. Son seres pasivos, autocríticos o personas subyugadas. Tienden a ser obedientes y complacientes, sintiéndose habitualmente que no son suficientes, que no son nada o que son malas personas. Se sacrifican o se privan a si mismas, y con frecuencia se dedican a cuidar a otros.

Aprendiendo a a conocer, aceptar y cuidar tus partes

Estoy segura que si analizas una situación que ahora sientes que te fastidia tu vida, vas a identificar alguno (o varios) de los monstruos anteriores. Me gustaría que te quedaras con las siguientes ideas:

  • Todas las partes o monstruos que identificas te están ayudando a sobrevivir, física o psicológicamente, aunque algunos tengan ahora consecuencias negativas sobre ti.
  • Los monstruos hiper-excitados (Apegado, Huidizo y Peleón) te ayudan a movilizarte.
  • Los monstruos hipo-excitados (Congelado y Sometido) te ayudan. a encogerte, a recogerte, a protegerte, a no ser una presa fácil.
  • A medida que identifiques y aceptes tus monstruos y aprendas a relacionarte con ellos (yo siempre os digo: «no vamos a darles más pienso del necesario«) te sentirás con más energía, más calmado y esperanzado en la vida diaria. Tu Ventana de Tolerancia, tu «rosco«, se están expandiendo y estarás progresando, aunque aún te quede trabajo por hacer.

Tus protectores

Además de tus monstruos automáticos, nuestro «self» también se compone de protectores. Siguiendo a Schwart (2001) nuestros principales protectores son de tres tipos: los Gerentes, los Exiliados y los Bomberos.

  • Protectores Gerentes. Son seres proactivos, planifican, controlan, se esfuerzan, se preocupan, critican y cuidan de los demás. Tienden a dar impulso hacia adelante en la vida diaria pero también hacen todo lo posible para evitar sentirse vulnerables. Muchas veces su trabajo les deja exhaustos, tienen altos estándares y buscan la aprobación del mundo exterior. Tienen un perfil de: Ejecutivo, Complaciente-Agobiado, Crítico Severo o Cuidador.
  • Protectores Exiliados. Son las partes vulnerables de la personalidad. A menudo son seres asustados, cargan con la vergüenza, el dolor, la soledad o la dependencia. Entre los exiliados están: el Bebé Abandonado, el Niño Solitario, el Adolescente Enojado, en Niñito pequeño Aterrorizado, el Bebé Hambriento, el Adolescente Hostil y Solitario, el Pre-adolescente avergonzado o el bebé Inconsolable.
  • Protectores Bomberos. Son seres reactivos. Su misión principal es apagar incendios emocionales de los demás, actuando con rapidez. Son personas impulsivas, impacientes y pueden ser destructivas. También pueden ser heroicas y audaces, pero de fácil caída al reino de las adicciones y compulsiones. Son extremistas por definición: su función es distraer o disociar hasta que se apaguen las llamas. Tienen un perfil de: Héroes, Perdido en la Fantasía, Comprador Compulsivo, el Bebedor Compulsivo o Deportista Compulsivo.

¿Qué podemos hacer cuando una situación nos supera?

Siguiendo a Fisher (2017) y Schwarz (2010), todas nuestras partes (los monstruos, los protectores…) son bienvenidas y nos van a ser útiles para solucionar tus problemas actuales. Pregúntales: «¿qué quieren hacerme saber acerca de mis problemas, dificultades, preocupaciones o temores.

En el proceso de acompañamiento en Psicología Experta vamos a ayudarte a identificar tus partes, aceptarlas y acceder a ellas. Hay que separar las partes de tu objetivo (yo a esto le llamo hacer el «zoom» o tomar distancia). Debemos preguntarle a tu parte preocupada qué monstruos y qué protectores está activando, de qué le sirven y en qué te obstaculizan. Y obtener los «permisos necesarios» para trabajar con tus exiliados y soltar u optimizar a tus protectores, según el caso, para conseguir tener la vida satisfactoria que te mereces.

¿Hablamos?

¡Acuérdate del rosco!

Ya hace un tiempo que tengo en marcha mi servicio de asesoría y acompañamiento en Psicología Experta. Es un servicio no clínico y mucho más vinculado al crecimiento personal. De todo este tiempo de trabajo con clientas, puedo ponerte sobre la mesa dos realidades que van juntas de la mano.

  • LA PRIMERA. La mayoría de personas que contactan con Psicología Experta lo hacen con el fin de encontrar soluciones a problemas relacionales (pareja, amistades, laborales) y dificultades personales (baja autoestima, infelicidad, desmotivación…).
  • LA SEGUNDA. La mayoría de argumentos que dan las personas que consultan a Psicología Experta sobre las dificultades anteriores, están en la linea de: «mi pareja no me entiende«, «tengo miedo de no integrarme en un grupo de amigos«, «si hago esto, seguro que él me va a rechazar«, «estoy segura de que los compañeros de trabajo piensan que soy incompetente«, «es que mi ex pareja es una mala persona y me hace la vida imposible«, «mis hijos me rechazan«, «estoy desmotivada porque en mi casa, mis padres, no me ponen las cosas fáciles«, «me siento triste porque él me trata mal«, «mi trabajo no tiene sentido porque mis jefes no me dan tareas a mi altura», «el despacho es un caos, no tienen organización y no puedo hacer bien mi trabajo«, «mis a amigas no me entienden«… ¿Te resuenan estas frases?

Ante estas dos realidades, existen dos respuestas. Para la PRIMERA: todo tiene solución, si ajustamos expectativas y estamos dispuestas a salir de la zona de confort. Para la SEGUNDA: «está muy mal lo que te hacen, sienten o piensan los demás de ti, pero tenemos que volver a ti, a lo que tú piensas, sientes y haces contigo misma«. Y eso es el rosco. Y cuando las clientas entienden y atienden al rosco, la vida cambia (para mejor, claro está).

La mayoría de personas pasamos más tiempo en la zona de preocupación que en la zona de influencia.

La zona de preocupación es como una nebulosa donde nos dedicamos a alimentar las peores posibilidades, echamos leña al fuego y cargamos con argumentos ese catastrofismo y nuestro miedo. Esos argumentos son sobre lo que nos hacen (o no hacen) los demás , qué piensan sobre nosotras, cómo nos hacen sentir… La responsabilidad de lo que imaginamos que ocurre (o puede ocurrir) en esa zona de preocupación suele estar en los otros. Pensar que eliminar nuestra zona de precupación, nuestras dificultades, nuestros miedos, nuestra felicidad…, está en manos de lo que hagan, piensan o sientan los demás, es una batalla totalmente perdida. Por eso yo aconsejo a mis clientas que salgan cuanto antes tanto de la zona de preocupación (pasen de preocuparse a ocuparse), que dejen a un lado lo que los demás piensen-sientan-crean sobre ellas y entren de pleno a la zona de influencia. En esta última tenemos poder para actuar, es todo aquello que está a nuestro alcance para cambiar las situaciones que no nos gustan. En esta zona somos proactivas. Depende al 100% de nosotras: es el «agujero del donut«.

Imagínate un rosco, un «donut«. La zona blandita, el «bollito del donut«, sería todo aquello que no depende de nosotras. Incluiría: las acciones de las demás personas, las palabras de las demás personas, los sentimientos de las otras personas, las consecuencias de las acciones de otras personas, las creencias de esas otras personas, los errores de las demás personas, las ideas de los otros… O sea, todo lo que pertenece al terreno del otro y que no vas a poder controlar nunca (acuérdate de mis palabras: nunca). Por el contrario, el agujero del «donut» incluiría todo aquello que te pertenece a ti y por tanto son cosas que sí que van a estar bajo tu total control. Ahí incluimos: tus palabras, tus acciones, tus errores, tu conducta, tu esfuerzo, tus ideas, tus creencias, tus consecuencias… Vistas todas ellas de la forma más realista posible (de ahí el ajuste de expectativas) y con la intención de salir de tu zona de confort.

Sobre el ajuste de expectativas le decía precisamente hace unos días a un cliente que me explicaba que dejó a su anterior psicólogo que él podía hacer cualquier cosa y eso no era verdad. Le pregunté: ¿Qué es exactamente lo que tú creías que no podías hacer y tu psicólogo creía que si? «Escalar una montaña», me contestó. Este cliente estuvo los diez minutos previos explicándome que se sentía inferior a su nueva pareja porque él no tenía ese «fondo de montaña» pues nunca le había gustado el ámbito rural precisamente y aún menos la escalada, a pesar de tener un buen entrenamiento en el gimnasio y alimentarse de forma sana. Cuando le puse sobre la mesa porqué él creía que no podía escalar una montaña pero a la vez se torturaba con ser alguien inferior si no tenia tal aficion, y esto estaba incluso afectando en su seguridad personal en la relación de pareja, el cliente me contestó: «no creo que pueda escalar una montaña porque en realidad a mí edad ya no estoy dispuesto a este esfuerzo». Date cuenta: el cliente condicionaba su validez personal, se comparaba en negativo y sentia inferior a su pareja, incluso afectando a su seguridad en la nueva relación amorosa, a una cosa que él mismo había decidido: «no estoy dispuesto a hacer el esfuerzo a mi edad de ponerme a escalar montañas». Si esa es la decisión, totalmente válida si es la que el cliente escoge desde sus aficiones, madurez y empoderamiento personal, ¿va a seguir preocupándose por la escalada o va aceptar a partir de ahora que su relación de pareja puede fluir más allá de que escale o no?».

Acerca de salir de la zona de confort: nos reímos con una clienta hace unos meses acerca de como solemos quedarnos en la queja, achacar la responsabilidad de las cosas que nos ocurren a los demás y seguir dando vueltas a ello, muy a pesar de ser conscientes de que retroalimentar la queja y el dolor no aporta soluciones. Auto-atraparse en la retroalimentación constante de la zona de preocupación es quedarse en la mierda, pues «en la mierda conocida, al menos, se está calentito». Poner el foco en qué puedo hacer yo para solucionar esa situación, asumir la responsabilidad que me pertoca, es salir de la zona de confort que es «la mierda calentita».

¿Se entiende?

A medida que crece la zona de preocupación, disminuye la zona de influencia, y viceversa. Vamos a verlo:

  • Elige una de las preocupaciones actuales que están en tu zona de preocupación. Examina los argumentos que te das a ti misma para estar ahí. Estoy segura de que si has cogido una hoja en blanco, has escogido una preocupación, y te has descrito los argumentos que te dices a ti misma para que se tema en concreto sea una preocupación para ti, ya te digo que estoy segurísima de que el 90% de los argumentos son cosas, emociones, acciones, pensamientos, que pertenecen a algo que debe hacer/pensar/sentir la otra persona para que mi preocupación «desaparezca» o «sea diferente«. Pruébalo por favor. ¿Me equivoco?
  • A más te centres en alimentar todos esos argumentos que engordan tu preocupación, más grande y pesada es la misma y mayor es la sensación de estar atrapada en ella. La zona de preocupación por tanto aumenta, y nuestra zona de influencia (lo que yo puedo hacer, pensar o sentir para superar esa situación), es menor, pues estamos ofuscadas o en bucle. ¿Estoy en lo cierto?

Está claro: si la preocupación en cuestión, para solucionar el tema, todo (¡absolutamente todo!) depende del otro, siento decirte que no lo vas a poder solucionar (¡nunca!). Por tanto, solo te queda una salida: deja de preocuparte porque es una situación sin solución. Aléjate de ahí.

Ahora bien, piensa un momento: ¿Sobre qué, de todo esto que preocupa, yo puedo hacer algo? ¿Qué está dentro de mi control? Pues si hay cosas ahí, pasa a ocuparte de ellas, y deja de preocuparte. El trabajo en Psicología Experta siempre lo centramos en esto: delante de cualquier situación que ahora te preocupa, vamos a ayudarte a que pases de la preocupación a la ocupación. Y para ello, vamos a ver que está dentro de tu «agujero del rosco«. Es decir, sobre esa preocupación concreta, identifica qué depende de ti a nivel de pensamientos, acciones y emociones. Pues es ahí, en el «agujero«, donde tenemos margen de maniobra para solucionar aquello que te preocupa o te causa dolor.

Ya sé que este es un artículo largo, pero merece la pena que lo leas hasta el final para que entiendas bien que está en tu mano cambiar todo aquello que ahora te preocupa y te genera infelicidad o insatisfacción. Si no hay nada que tú puedas hacer sobre ello: huye de ahí, no te quedes atrapada en la preocupación, pues ésta solo te va a restar energía para ocuparte de otras cosas. Y si hay cosas que dependen de ti: ponte en marcha.

Voy a acabar poniéndote un ejemplo real trabajado en Psicología Experta.

  • La persona explica que en su trabajo hay muy mal clima laboral, que todo el mundo acusa a los compañeros, que en ese entorno no se siente cómoda, que las cargas de trabajo son excesivas y «todo es para ayer», que no puede hacer su trabajo, que no va a ser nunca la profesional que quiere ser porque sus superiores no la valoran, no duerme bien, cada día está más malhumorada, se pelea son sus hijos porque no entienden que ella va muy cansada, su pareja ya no sabe que decirle y ella cree que todo esto no se lo merece, que es injusto con lo que ella ha estudiado toda su vida… Esta persona, a quien llamaremos María, está en bucle con estos argumentos, totalmente atrapada en la zona de preocupación. Cuando además le pregunto por qué se mantiene en esa empresa si tan mal se siente, me dice que tiene una hipoteca que pagar y que no va a dejar el trabajo, que eso me lo quite de la cabeza.
  • Date cuenta de todo lo que es externo a María y que engorda su círculo de preocupación, pues no tiene ningún margen de maniobra ni posibilidad de influencia en ello: la actitud de sus compañeros, la falta de feedback positivo a sus tareas por parte de sus superiores, las acusaciones de los compañeros entre si, las cargas de trabajo, los argumentos de su pareja, la actitud de sus hijos… A más María espere el feedback de su jefe, que las tareas sean menores, que el clima laboral hostil se resuelva, o que su marido incremente sus argumentos…, mayor va a ser su frustración y mayor su zona de preocupación. ¡Sobre lo que hagan, piensen, sientan los demás, María no tiene ninguna influencia!
  • Ahora date cuenta de todo lo que está en el «agujero del rosco» de María: ¿cúal son sus pensamientos -¿son pesimistas, optimistas, catastrofistas -? ¿Está María pensando en posibles soluciones o sólo ve preocupaciones? ¿Está confiando en si misma? Por otro lado, ¿cómo se siente María? ¿Qué podría hacer ella para sentirse mejor? Y por último, ¿qué acciones puede poner en marcha María para salir de la zona de preocupación y ocuparse del problema? Sobre lo que no hay solución, ¿puede María aceptar y poner el foco en otros ámbitos personales que le aporten felicidad? ¿Qué pensamientos, emociones y acciones debe poner en marcha María para, si no puede solucionar la situación laboral al 100%, al menos sentirse mejor en su vida personal?

Conclusión: acuérdate del rosco. Cuanto más tiempo te quedes atrapada dentro del círculo de preocupación, más tiempo y energía vas a dedicar a darle vueltas a situaciones sobre las que sientes que no puedes hacer nada, porque dependen del otro. El resultado que vas a obtener va a ser una mayor frustración, más preocupación, más sensación de no tener las riendas de tu vida y de estar totalmente superada por la situación. Y al contrario: cuanto más tiempo pases dentro de tu círculo de influencia, estarás focalizando tu energía en las cosas sobre las que tienes margen de maniobra y puedes actuar, tendrás las claves para influir en la preocupación y avanzar en la solución. Te sentirás con un cierto poder ante los acontecimientos vitales. Serás más proactiva y resolutiva.

Empieza ya a cambiar tu preocupación por ocupación. ¿Hablamos?

Abuso Sexual Infantil. El Consentimiento.

El Abuso Sexual Infantil (ASI) es una forma de abuso en la que una menor es usado como objeto sexual por un adulto. Es también definido como una forma de maltrato infantil consistente en llevar a cabo conductas sexuales con una menor de edad sirviéndose de una relación de desigualdad (edad, fuerza física, capacidad de amenaza, etc.).

Vamos a diferenciar pedofília y pederastia. Los pedófilos son aquellos que se sienten atraídos por menores de edad. Un pedófilo siente una atracción por infantes y/o adolescentes pero no tiene porqué llegar a desembocar en una acción concreta o consumación de dichos deseos. Por otro lado, un pederasta siente la misma atracción que el pederasta pero en este caso sí que desemboca en un abuso sexual.

Mientras que la pedofilia se define como una parafilia, un tipo de trastorno sexual caracterizado por fantasías recurrentes, la pederastia es, además de la parafilia, una práctica delictiva que provoca graves repercusiones en el desarrollo psicológico, social y sexual de la víctima. Por norma general, todos los pederastas son pedófilos pero no todos los pedófilos tienen porque ser pederastas.

Me formé en ASI con la entidad Ángel Blau y la formación fue tan provechosa como culpidora. Y esto último porque me di cuenta que fácilmente nuestras hijas e hijos, nuestros allegados o conocidos, cualquier menor, nunca está preservado del todo de sufrir Abuso Sexual Infantil. Por eso desde entonces doy charlas acerca de lo que aprendí sobre esta temática en colegios e institutos, de forma gratuita.

Más información sobre las charlas gratuitas en este enlace.

Uno de los libros que Ángel Blau recomendó en su formación sobre Abuso Sexual Infantil fue «El Consentimiento«, de Vanessa Springora. Atención mamás y papás de adolescentes: os recomiendo este libro sin ningún tipo de duda.

El término consentimiento se refiere a la voluntad, acorde entre las partes, de actuar de una determinada manera u otra en una situación concreta. Ahora bien, ¿todo el mundo está capacitado para consentir?

Vanessa Springora (París, 1972) es editora, escritora y cineasta. «El Consentimiento» es su primera novela, que está siendo traducida en veinte idiomas, ha obtenido el Gran Premio de las Lectoras de Elle y el Premio Jean-Jacques Rousseau y ha supuesto un fenómeno social y literario.

«Con trece años, Vanessa Springora conoce a Gabriel Matzneff, un apasionado escritor treinta y seis años mayor que ella, tras cuyo prestigio y carisma se esconde un depredador. Después de un meticuloso cortejo, la adolescente se entrega a él en cuerpo y alma, cegada por el amor e ignorante de que sus relaciones con menores llevan años nutriendo su producción literaria. Más de treinta años después de los hechos, Springora narra de forma lúcida y fulgurante esta historia de amor y perversión, y la ambigüedad de su propio consentimiento. Su maravillosa novela ha hecho, según el diari Le Monde, «arder Saint-Germain-des-Prés»: el caso Matzneff cuestiona a la intelectualidad francesa y a una sociedad obnubilada por el talento y la celebridad». (Extracto del libro de la propia autora).

Si has leído mi post hasta aquí estoy convencida de que no te queda ninguna duda, y aún más si tienes hijas adolescentes: el libro de Springora debería convertirse en un texto de cabecera para las madres y padres.

De la lectura de «El Consentimiento» yo me quedo con algunas ideas que sin duda van ayudar en mi labor de madre, en primer lugar, y en mi quehacer laboral en Psicología Experta, en segundo lugar. Además es un texto que invita a la propia reflexión personal y al crecimiento personal acerca del consentimiento en nuestras relaciones. Te comparto algunos de estos aprendizajes.

  • Las adolescentes son seres vulnerables. Están en una etapa de construcción de identidad, de ensayo-error y son fácilmente influenciables. Las creencias sobre el amor romántico pueden jugarles muy malas pasadas. Dice Springora: » la carencia de amor como una sed que se lo bebe todo, una sed de yonqui que no mira la calidad del producto que le suministran y se inyecta su dosis letal con la certeza de estar haciéndolo bien«. (…) «Un adolescente vulnerable siempre buscará el amor antes que la satisfacción sexual. Y a cambio de los gestos de cariño (o de la cantidad de dinero que necesita su familia) a los que aspira, aceptará convertirse en objeto de placer y renunciará durante mucho tiempo a ser sujeto, actor y dueño de su sexualidad«. Impacte, ¿verdad?
  • Nunca sabemos dónde se esconde un depredador sexual. Por muy cercano que sea el vínculo, tened todo el cuidado del mundo con conocidos e incluso con familiares. Dice Springora: «Lo que caracteriza a los depredadores sexuales en general, y a los delincuentes pedófilos en particular, es que niegan la gravedad de sus actos. Suelen presentarse como víctimas (seducidas por un niño o una mujer provocadora) o como benefactores (que solo han hecho el bien a su víctima)«.
  • El libro deja muy claros los mecanismos utilizados por el depredador sexual para someter en cuerpo y alma a la menor (manipulación, control psicológico, desposesión del yo), así como la complacencia o indiferencia de los familiares y del entorno cultural, etc. Advertencia: invierte como madre en hacer de tu hija adolescente una persona con espíritu crítico y con una sana autoestima que la ayude a identificar manipulación y control psicológico. Haz que se sienta en confianza de explicarte cual cosa que le desencaje o la haga sentir incómoda. Ayúdala a que tenga claro qué es lo que quiere para su vida y a que ponga límites. Y nunca dudes de su palabra, pues los efectos de caer en manos de un depredador sexual, perduraran aún en la vida adulta: depresión, rabia, ansiedad, culpa, incapacidad de asumir su papel de víctima y la final (o no) toma de conciencia y decisión (o no) de sacar a la luz y denunciar los hechos.
  • Una adolescente es un ser en crecimiento. Por muy cuidadosos que seamos, los adultos, en cualquier ámbito, van a tener cierto poder de persuasión e influencia sobre esa persona en construcción que es el adolescente. En ocasiones además existe el poder del adulto que piensa que está por encima del bien y del mal, incluso es capaz de acusar a la menor de lo que solo el es culpable. Y es que si además si la adolescente está vinculada a ese depredador por una relación de parentalidad, amistad o cualquier otro tipo de vínculo afectivo, la menor se va a creer a pies juntillas que esa es la verdad y que ella es la causante de las consecuencias. Se invertirán los papeles de víctima/verdugo con gran facilidad. Lo dice Springora: «Leer el volumen de su diario dedicado en buena medida a nuestra ruptura me provoca un ataque de ansiedad tremendo. (…) Su procedimiento de lavado de cerebro es maquiavélico. En el diario, transforma nuestra historia en una ficción perfecta. La del libertino reconvertido en santo, la del perverso curado…«.

«El Consentimiento» no és un libro agradable de leer, dada la temática, pero es un indispensable. Una historia cruda y real, que puede pasarle a cualquiera de nuestras hijas e hijos. Una campaña publicitaria del año 2022 de la Fundación Vicky Bernadet, que lucha contra el abuso sexual infantil, lo decía claro: «la probabilidad de que tu hijo tenga alergia al polen es del 15%; la probabilidad de que sufra abuso sexual infantil es del 20%«. Y es que en la prevención del ASI el primer paso es estar informado y no pensar en «esto a mí no va a ocurrirme». Sí, esto también puede pasarle a tus hijas.

¿Hablamos?

«Abrazar a un erizo» o cómo acercarte al mundo adolescente

Las que me conocéis bien, sabéis de sobra que me encanta la lectura. También sois conocedoras de que los ensayos que no me dejan indiferente no solo los aplico a mi labor profesional sino que los comparto para vuestro uso y disfrute. Y este es el caso del siguiente libro: ‘Cómo abrazar a un erizo 12 claves para conectar de forma positiva con los adolescentes«, de Brad Wilcox y Jerrick Robbins.

Resumir el ensayo de estos dos autores en pocas líneas no es tarea fácil. Como tampoco es fácil el mundo adolescente, a quién los autores comparan con el abrazo a un erizo:

«Todos conocemos a adolescentes que parecen erizos y que actúan mostrando tantos pinchos como estos animalitos, y que han erigido a su alrededor muros que nos mantienen alejados. Pero así como es mejor que dejemos en paz a los animales del zoo que no son abrazables, deseamos y necesitamos conectar con estos pinchudos adolescentes, tanto por su bien como por el nuestro».

Cómo abrazar a un erizo 12 claves para conectar de forma positiva con los adolescentes«, está repleto de consejos para acceder al mundo adolescente. Sugerencias basadas en establecer y mantener la comunicación, superar la adversidad y trabajar la autoestima.

Te los comparto, con voluntad de no ofender a los autores y de forma breve, pues te recomiendo con vehemencia que te leas el libro.

Primera premisa: MEJORAR LA COMUNICACIÓN CON EL ADOLESCENTE.

+ CONSEJO 1. Escuchar el llanto del adolescente. «A veces los adolescentes construyen muros invisibles a su alrededor. (…) ¿Cómo convertirnos en el tipo de persona a la que nuestros hijos se abrirán? Lo primero es ver más allá del muro, y, luego, encontrar el ladrillo suelto».

+ CONSEJO 2. Derribar el muro y practicar los tres elementos de la comunicación abierta: amor, confianza y respeto. «Te quiero. Estoy orgulloso de ti. Te he echado de menos. Qué suerte tengo de tenerte.» Estas palabras son mucho más importantes de lo que parece y son la vía directa para tener una comunicación abierta con nuestros adolescentes».

+ CONSEJO 3. Disfrutar de las conversaciones a la hora de la cena. Convierte en prioridad las cenas en familia, asigna responsabilidades y limita el uso de la tecnología.

+ CONSEJO 4. Establecer límites. Las expectativas y los límites a los adolescentes deben ser claros y realistas. Se debe ser coherente con la responsabilidad asignada, y llevarlas hasta el final. La gratitud puede ser públics pero la corrección siempre ha de ser en privado.

Segunda premisa: SUPERAR LA ADVERSIDAD CON EL ADOLESCENTE.

+ CONSEJO 5. Hablar de lo que significa hacerse mayor y de sexualidad. Cualquier información no vale: busca información rigurosa y cercana. Habla sin rodeos: de forma directa Mantén abiertos todos los canales de comunicación con tu adolescente.

+ CONSEJO 6. Ayudar anfrentarse al peor miedo del adolescente. Espera siempre lo mejor de él y estate atenta a los «mensajes ocultos«. Actúa siempre con confianza y ayude a substituir el miedo por la esperanza.

+ CONSEJO 7. Hay que recordar siempre lo que no pone en las etiquetas de «advertencia«. Recuérdale a tu adolescente aquellas acciones que le pueden privsr de su capacidad de elegir libremente. O aquellas que pueden ser un ataque a su autoestima, limitar sus amistades, disgustar gravemente a sus padres o disminuir sus sueños o ambiciones. Y no te olvides de aquellas acciones o situaciones que le pueden hacer caer en una espiral descendente. En cualquier caso hazle también saber que, pase lo que pase, todo puede ser revertible y tener solución.

+ CONSEJO 8. Aprender de los errores. No todo tiene que salir bien a la primera. Intenta aún así sacar lecciones positivas de aquello que aún tenga margen de mejora. Apela a la responsabilidad y mantén una actitud positiva. No dudes en que se puedan reajustar los objetivos si es necesario.

Tercera premisa: TRABAJA LA AUTOESTIMA DEL ADOLESCENTE.

+ CONSEJO 9. Reconocer la valía. Ten en cuenta tanto las fuentes externas como las internas de la autoestima. Los adolescentes deben darse cuenta de que son seres únicos y con gran potencial y valía personal. Hay que ayudarles a reconocerse su valor individual.

+ CONSEJO 10. Ayudar a desarrollar una buena imagen de uno mismo. Aléjale de ideales impuestos y conéctale con la realidad. Ayúdale a huir de las comparaciones y velar por su propio bienestar físico y emocional, lejos de estereotipos. Incita a que reconozca que se debe ver «más allá de las apariencias«.

+ CONSEJO 11. Actúa (y no reacciones). No dejes que «se te lleven los demonios» en situaciones adversas y ayuda a tu adolescente a que adquiera también esta característica, a través de aplicar un patrón de acción recurrente.

+ CONSEJO 12. Pensar en la amistad. Hay que ayudar a los adolescentes a tener una imagen positiva de su propia aceptación social, con sus valores y virtudes, pero también con sus defectos. Incítale a superarse en cosas nuevas y a ayudar a los demás, a ser solidario. Ayúdale a entender la importancia de invertir en si mismos. Aliméntalo de emociones positivas y a mantener una perspectiva sana sobre si mismo y sobre su entorno.

Hablamos?

Maternidad consciente: no eres profeta ni adivina, solo acompañante

Tengo que confesar que me gusta recurrir a este libro y a su autora cuando me encuentro con adolescentes y jóvenes en Psicología Experta más perdidos «que un pulpo en un garaje«. Añado otra gran confesión: en muchas ocasiones los que están más a la deriva aún que los hijos, son los papás.

Este es el libro:

PADRES CONSCIENTES. EDUCAR PARA CRECER. Shefali Tsabary

Recuerdo en Psicología Experta a los siguientes adolescentes -jóvenes, (para preservar su intimidad, voy a usar nombres ficticios):

María, 19 años, vive con su madre y su padre. Estudia un ciclo formativo de administración de empresas. El rendimiento académico es medio-bajo. Lleva medio año inmersa en una relación de pareja tóxica con un chico de su edad, que no estudia ni trabaja. El muchacho vive con su abuela paterna. Sus padres son alcohólicos. La madre de María le pide visita en Psicología Experta. Pretende que su hija, a quien define cómo alguien que «está perdida«, se de cuenta de que tiene que estudiar más y de que ese chico no le conviene y decida dejarlo.

Cloti, de 18 años, vive con sus padres y su hermano mayor. Siempre quiso estudiar la carrera universitaria que desde muy pequeña sus padres estaban convencidos que le gustaba: ¡y ella también estaba convencida! Cuando se encontró en su primer semestre de universidad, a Cloti todo se le vino abajo. Quiso dejar los estudios, no fueron lo que ella esperaba, pero se dispararon todos sus miedos: el qué dirán, el qué sería de ella ahora y, sobretodo, todo aquello que sus padres habían pensado que era lo ideal para ella, estaba destruido. La madre de Cloti me visitó en la primera sesión. Estaba dispuesta a acompañar a Cloti en cualquiera que fuese la decisión, pero ni ella misma sabia por dónde empezar. La madre de Cloti tiene clara una cosa: su hija debe tomar una decisión más pronto que tarde, pues a más tiempo más dolor, según la mamá.

David, de 21 años, padres separados. Vive con su madre pero visita asiduamente a su padre. Se lleva mal con su mamá, pues ésta le recuerda constantemente que él ha estudiado poco, que no tiene empleo y que se pasa los días jugando al ordenador. En la primera consulta recibo a la madre de David. Su objetivo es que su hijo asista a Psicología Experta para que le dé un empujón que le haga darse cuenta de que debe estudiar más, invertir su tiempo en cosas útiles y, sobretodo, encontrar trabajo. Pues si no, sentencia la mamá, «lo voy a enviar a vivir con su padre porque no quiero ver como mi único hijo, no es nadie en la vida«.

Te pregunto ahora: ¿qué ves de común en estos tres casos? ¡Estás en lo cierto!: la demanda viene por parte de familiares, que tienen muy claro qué es lo que necesita el hijo/a. Y las expectativas del qué, cómo, cuándo y por qué, también vienen de los papás, que son seres, parece ser «todo-poderosos«. ¿Realmente como padre/madre te sientes así, un ser todo-poderoso? No sé tú, pero yo me siento llena de dudas sobre mis supuestos súper-poderes como mamá.

No te voy a decir que a veces me cuesta que los padres acepten lo siguiente: si tienes un hijo/a es fundamental que tomes consciencia de que estás criando (o acompañando) a un «espíritu que palpita con su propia firma«, como dice mi querida Shefali Tsabary. Esto nos ha de llevar a aceptar que, aunque seamos más mayores que nuestros hijos, eso no nos hace más sabios. Si eres un progenitor sensato asumirás más pronto que tarde que te toca un papel secundario en las «películas de tus hijos«. Sí: un rol principal de acompañar, pero un rol secundario en cuanto a la detección de lo que necesita o desean, en sus formas, en sus tiempos y en sus por qué. ¿Me explico? ¡Esto me cuesta horrores que lo comprendan los papás!: no se trata de lo que tú crees que tu hijo/a necesita, sino de lo que él o ella cree que necesita y desea. Vamos a intentar allanarles el camino entonces para una mayor comprensión de sus expectativas y necesidades, y una mayor puesta en acción efectiva.

Cuando impones a tus hijos lo que tú crees que a ellos les conviene, pueden ocurrir tres cosas. La primera, que te equivoques acerca de sus necesidades reales (estarás «meando fuera de tiesto» como vulgarmente se dice). La segunda, vas a forzar su autonomía y responsabilidad hacia la cobertura de una necesidad que igual ni siquiera tienen, y si realmente la tienen, estarás casi lanzándoles a un liderazgo competencial para la que igual ni están preparados (vaya, que les estarás lanzando prácticamente «a la inmensidad del abismo«). Y tercera cosa que puede ocurrir, que seas tú misma quién intentes comprometerte en alcanzar la necesidad, dejando a los hijos en el camino, como si aquello «no fuera con ellos», con lo que no habrán aprendido nada de nada en el proceso.

Conclusión de todo esto: pasar por crisis personales en la adolescencia y juventud es una extensión de las alas para tus hijos. Vemos en ellos la confusión y el dolor, pero también su energía y su euforia. Aunque intentamos protegerles de lo que se les viene encima (pues en una sesión de Psicología Experta van a tener que afrontar sus deseos, pero también sus miedos y sus demonios), han de probar el tema. Y probarlo con descaro: y con esto me refiero a que son ellos los que tienen que contactar con sus necesidades. Cuando un adolescente o joven entra en crisis personal, tiene que tomar decisiones, contactar con sus potencialidades pero también con sus demonios, y en esta tesitura el hijo nos pertenece, como papás, menos que nunca. Es su proceso y no el nuestro. A nosotros, desde la parentalidad consciente, nos toca solo el papel de acompañar con paciencia y amor.

Shefali Tsabary. lo dice claro:

  • Ya no puedes ser el adulto todo-poderoso; ahora has de ser un compañero omnipresente.
  • Tus hijos necesitan que estés aquí cuando lloren pero no sepan explicar por qué están llorando.
  • Necesitan que respetes su privacidad incluso cuando se aferren a ti.
  • Necesitan que los aceptes cuando te rechacen y se rechacen a sí mismos, y que los entiendas incluso si lo que hacen no tiene sentido.
  • Necesitan que nades con ellos en las traicioneras aguas de sus caóticas emociones, aunque no paren de quitarse el chaleco salvavidas.
  • Necesitan que mantengas la calma cuando te lleven al borde de la cordura, que estés callado y escuches incluso cuando te supliquen que des tu opinión, y que estés ahí, a su lado, sin tener en cuenta tus ideas o interpretaciones.
  • Necesitan que les perdones por sus distracciones y olvidos, y que entiendas que es hormonal.
  • Necesitan que tengas con ellos manga ancha y les permitas desafiarte un poco, que te des cuenta de que eso forma parte de un desarrollo sano.
  • Necesitan que entiendas que a veces las responsabilidades les abruman, que ahora igual no pueden tomar decisiones, que necesitan más tiempo, que igual es interesante que pasen por la experiencia negativa y «se den la ostia» para aprender y enfrentarse.

Si quieres ayudar a tus hijos adolescentes-jóvenes, es muy importante que entiendas esta regla para mi fundamental en la maternidad y la paternidad consciente: no intentes arreglar su vida, sino que basta con que comprendas el caos de estos años. Ellos requieren de ti que te mantengas firme aún te sientas frustrada e impaciente por la hoja de ruta que están tomando, que admires su coraje y les acompañes en aquello por lo que estén pasando desde el amor y el respeto. Deja de decirles a tus hijos que se están equivocando en su camino. Dales ruedas y fuerza para ese trayecto. La vida nos lleva al lugar adecuado aunque sea desde otros senderos.

¿Hablamos?

Charlas gratuitas para escuelas, institutos y asociaciones

Psicología Experta organiza charlas gratuitas en las escuelas con el objetivo de sensibilizar al alumnado y/o a sus familias sobre:

  • Las relaciones tóxicas y abusivas.
  • La dependencia emocional.
  • El abuso sexual infantil.
  • La violencia de género, la violencia intrafamiliar, el maltrato psicológico.
  • Las dificultades de autoestima en adolescentes y jóvenes.
  • El Bullying, ciberbullying, sexting o manejo de las redes sociales.
  • El acompañamiento parental a adolescentes y jóvenes desde la inteligencia emocional y la parentalidad positiva.
  • Las principales psicopatologías en población infantil-juvenil.

Las charlas son dinámicas, amenas y participativas. El fin es dar herramientas y habilidades a los alumnos, o a sus padres y madres, para crear un ambiente nutritivo para que el adolescente – joven libere su potencial al máximo desde el acompañamiento respetuoso. Tienen una duración de 1 hora y están basadas en mi método psicológico-educativo a partir de la metodología del Coaching especializado. Algunas de las herramientas son: dar reconocimiento, estar presente, gestionar las emociones, hacer preguntas abiertas para que el joven no se ponga a la defensiva, y tomar consciencia de las toxicidades de la relación y la comunicación, entre otras.

En la era actual de internet y redes sociales, educar con premios y castigos ya no funciona. Imponer la autoridad no promueve la confianza. La solución no es la sobreprotección, ya que los jóvenes no consiguen hacerse cargo de sus responsabilidades, ni madurar. ¡Pero no les dejes solos cuando más te necesitan! El acompañamiento respetuoso a nuestros hijos es fundamental para alcanzar sus metas y propósitos.

¡Infórmate ya!

¿Por qué somos celosos?

“Celos, ese dragón que mata al amor con el pretexto de mantenerlo vivo. ” (Havelock Ellis).

Son muchas las personas que consultan a Psicología Experta acerca de cómo superar sus celos o cómo sobrevivir a los mismos cuando se dan por parte de la pareja. Lejos de ser una muestra de amor o de querer confirmar el dicho «quién bien te quiere, te hará sufrir«,  la celotipia es una semilla fértil para las relaciones tóxicas.

Ahora bien, seguro que te estás preguntando: ¿por qué somos celosos? Las formas que toma la celotipia pueden ser variadas, si bien las causas suelen ser comunes:

1. El miedo a quedarse solo por la pérdida de la pareja. El celoso está temeroso de perder todo aquello que la persona amada representa para él, lo que le aporta de positivo: cariño, amor, sexo, atención, consuelo, consejo, bienestar económico, ayuda, compañía, reconocimiento social…

2. El sentimiento de pertenencia y protección.  Ante algo que le llena de bienestar y seguridad, el celoso siente que debe proteger esa pertenencia. Si tiene algo que se valora y se quiere conservar, para el celoso no cabe ser confiado ni «ingenuo«: debe  de proteger que lo preciado, no le sea arrebatado.

3. Falta de seguridad y confianza en uno mismo. Si la persona celosa se percibe a si misma como poca cosa, insuficiente, o se compara en negativo con otras personas, el miedo a que aparezca alguien mejor en la vida de la pareja y le abandone, es inmenso. El celoso cree que no vale nada en comparación con sus semejantes y su destino es que va a ser substituido por otro sujeto mejor que él.

4. El egoísmo del celoso y el sentimiento de propiedad. Si la persona que siente celos cree que se merece esa pareja, que ha invertido mucho tiempo y/o esfuerzo en ella o es el sujeto más adecuado para la otra persona, la celotipia parece quedar justificada.

5. El autoengaño del celoso. Creer que mostrar amor desmesurado por el otro, interés (incluso control) por cualquier aspecto de la vida de la pareja, es a veces la utopía del amor incondicional del celoso. El autoengaño nace de la creencia de que todo está bajo control, incluso el pensamiento, emoción y acción del otro. Como supones, esto está muy alejado de la realidad. Más allá de mis acciones y sentimientos, el otro siempre tiene derecho a decidir si quiere o no quiere estar a mi lado.

Cuando experimentas celos sientes emociones negativas como : sentirse inadecuada, frustrada, resentida, sentir ira, dolor y/o suspicacia. Por lo tanto, los celos son una emoción que contiene miedo, humillación y rabia (ira). Los celos son una comparación, competición y sentirse en la.posibilidad de ser reemplazada.

Está claro: es más que probable que existan muchas más causas de las conductas celosas, si bien te he expuesto las principales que me encuentro y trabajo en Psicología Experta. Te señalo a continuación algunas formas de afrontar la celotipia.

Asesoramiento y consejos para los celosos y sus parejas

A. El trabajo de la confianza en uno mismo y en la relación de pareja. Si quiero construir un vínculo afectivo sano, debo conocerme a mi mismo, conocer al otro y adquirir estrategias para la resolución de problemas desde la confianza.

B. Conocer las fases de la relación de pareja y los mitos sobre las relaciones amorosas. Es fundamental revisar las creencias fraguadas sobre el amor y aceptar que la fase de enamoramiento no suele ser el continuo de la relación. Las crisis de pareja también fortalecen.

C. ¿Puedo (yo) cambiar al otro? La respuesta es no. El otro cambia si quiere. Nada más que añadir.

D. De acuerdo. Soy celoso. ¿Y ahora qué?  En primer lugar me gustaría que fueras consciente de cómo tus actos movidos por los celos pueden dañar al otro, pero también a la relación e incluso a ti mismo. Además, no centres exclusivamente tu felicidad en la relación de pareja: te recomiendo que revises tus propósitos vitales y re-orientes los mismos si no te están aportando el bienestar que estás buscando en el apego con el otro. En tercer lugar, identifica las fuentes de chantaje emocional y determina las formas en que no estás siendo respetuoso con el tiempo y el espacio del otro, para modificarlas lo antes posible. También resulta eficaz que busques fuentes de satisfacción alternativas a tu pareja. Por último decirte que si sientes que la celotipia se te escapa de las manos, busca ayuda profesional.

El trabajo de los profesionales: algunas terapias psicológicas para los celos

Las terapias que utilizamos los psicólogos son variadas y se ocupan de diferentes aspectos de la conducta del celoso. Entre las más utilizadas están las siguientes:

1. Terapias cognitivas y comportamentales. Entre ellas destacan la terapia racional emotiva y la reestructuración cognitiva, que buscan la sustitución de pensamientos erróneos por pensamientos racionales.

2. Terapia de pareja: para mejorar las habilidades de comunicación interpersonal y terapia asertiva.

3. Técnicas de manejo de conflictos, para afrontarlos debidamente en situaciones interpersonales.

4. Técnicas de autocontrol y regulación emocional, para inhibir reacciones impulsivas, desmedidas o agresivas. Es útil para suprimir las escenas de celos y los ataques de ira.

5. Terapia familiar sistémica, que se centra en las interacciones entre los miembros de la pareja. Se busca aceptar las limitaciones del otro y ver el problema desde otra perspectiva más amplia, que incluya los puntos de vista de los dos miembros de la pareja.

«Los celos son, de todas las enfermedades del espíritu, aquella a la que más cosas sirven para alimentarla y menos para remediarla«. Montaigne, Ensayos (1580-1592)

¿Hablamos?

¿Deseas tener un amor sano?

El amor sano en una relación de pareja, según el filósofo y psicólogo alemán Erich Fromm, debe tener en cuenta las ideas que a continuación te comparto (extraído del libro «El arte de amar», de Fromm).

1. El amor requiere conocer a la otra persona, requiere tiempo, requiere reconocer los defectos del ser amado, requiere ver lo bueno y lo malo de la relación.

2. Muchas personas son adictas a estar enamoradas. Terminan sus relaciones cuando la magia de haber conocido a alguien nuevo desaparece.

3. El amor sano no es ciego. Cuando amas a alguien puedes ver sus defectos y los aceptas, puedes ver sus fallos y quieres ayudarle a superarlos. Al mismo tiempo, la otra persona ve tus defectos y los entiende.

4. El amor sano está basado en la realidad. No en un cuento de hadas.

5. Encontraste a una persona maravillosa, pero no es perfecta ni tú tampoco.

6. Amar es poner en una balanza lo bueno y lo malo de esa persona y después amarla. El amor es una decisión consciente.

7. Muchas veces oímos de personas que dicen que aman a alguien y que no pueden evitarlo. Qué se supone que es…, ¿una cuestión de suerte? ¿Es una cuestión de magia? ¿Se supone que alguien más tiene poder sobre nosotros?

8. De ninguna manera. Puedes sentir una gran admiración por alguien, puedes desear tener una relación con alguien, puedes estar muy agradecido por lo que alguien ha hecho por ti, pero… no le amas.

9. El amor nace de la convivencia, de compartir, de dar y recibir, de intereses mutuos, de sueños compartidos. Tú no puedes amar a alguien que no te ama, o que no se interesa en ti. El amor verdadero es recíproco.

10. Recibes tanto como das. La conclusión, que no deberíamos olvidar jamás, es la siguiente: no puedes amar a alguien que no te ama.

Recogido por Silvia Congost en «Amor a Adicción» del autor: Erich Fromm, «El arte de amar».

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